Atila, obsesionado por conquistar Roma.
Gengis Khan, exitoso unificador, conquistó China y buena parte de territorios de la actual Rusia y estados de Medio Oriente.
Atila debilitó las estructuras del Antiguo Imperio Romano, que luego
caería para no volver a levantarse. Los bárbaros no respetaban códigos,
no se sometían a las instituciones, sin embargo Roma en sus últimos
tiempos los convocaba para su ejército porque los ciudadanos romanos le
huían al servicio militar, así Roma fue perdiendo su consistencia y se
debilitarían todas sus instituciones. Los bárbaros, a diferencia de los
romanos, estaban desorganizados, pero en el combate cuando triunfaban lo
hacían por su persistencia en la guerra, y con la suma del cansancio,
desorganizaban la estructura de combate de los romanos para terminar en
una guerra de pura resistencia física y moral, ganaba el bando más
fuerte en espíritu. Y serán las cosas de la historia, el feroz Atila
estuvo a punto de tomar Roma, pero insólitamente el gigante no lo hizo
porque fue persuadido por un pequeño hombre desarmado y de espíritu
religioso, 'el Papa León I'.
Gengis Khan vivió en tierras de la actual Mongolia formando parte de las tribus nómades. Hasta que por medio de conflictos entre tribus resultó triunfador unificando a todas ellas, para conformar un imperio que se lanza a hacerle frente a otro imperio, la China, sometiéndola y de ahí pasar a otras tierras lejanas, las estepas rusas y el Medio Oriente. Su espíritu de conquista quedaron bien grabados con el tiempo, Gengis Khan, un hombre que no conocía las fronteras, vio incrementar su poder con el avance de conquistas, uniendo pueblos que nunca lo estuvieron, uniendo culturas, creando una estupenda red de mercado, fomentando el interés de los viajeros, como luego el ejemplo de Marco Polo, intercambiando tecnologías y diferentes estudios. Revolucionando los métodos de gobierno y del combate, creando un ejército permanente y un Estado centralizado. Esa es la historia del terrible Gengis, que cuando conquistaba un reino era tal la destrucción como para que no se levantara jamás, así iba avanzando y dominando haciéndose señor de señores.
Si Atila rompió con el mundo, Gengis luego lo conformó, Atila derriba el corazón del mundo y Gengis conforma las bases y las estructuras del mismo.
Ambos fueron grandes señores de la guerra y de los imperios, cada uno a su estilo, podremos recordar el ímpetu de Atila por romper las filas romanas, y también el ímpetu de conquistas de Gengis que no terminaba de ver las fronteras.
El tiempo los recordará como los bárbaros que reinaron durante los mil años de medioevo, y como la antítesis del mundo civilizado.
Gengis Khan vivió en tierras de la actual Mongolia formando parte de las tribus nómades. Hasta que por medio de conflictos entre tribus resultó triunfador unificando a todas ellas, para conformar un imperio que se lanza a hacerle frente a otro imperio, la China, sometiéndola y de ahí pasar a otras tierras lejanas, las estepas rusas y el Medio Oriente. Su espíritu de conquista quedaron bien grabados con el tiempo, Gengis Khan, un hombre que no conocía las fronteras, vio incrementar su poder con el avance de conquistas, uniendo pueblos que nunca lo estuvieron, uniendo culturas, creando una estupenda red de mercado, fomentando el interés de los viajeros, como luego el ejemplo de Marco Polo, intercambiando tecnologías y diferentes estudios. Revolucionando los métodos de gobierno y del combate, creando un ejército permanente y un Estado centralizado. Esa es la historia del terrible Gengis, que cuando conquistaba un reino era tal la destrucción como para que no se levantara jamás, así iba avanzando y dominando haciéndose señor de señores.
Si Atila rompió con el mundo, Gengis luego lo conformó, Atila derriba el corazón del mundo y Gengis conforma las bases y las estructuras del mismo.
Ambos fueron grandes señores de la guerra y de los imperios, cada uno a su estilo, podremos recordar el ímpetu de Atila por romper las filas romanas, y también el ímpetu de conquistas de Gengis que no terminaba de ver las fronteras.
El tiempo los recordará como los bárbaros que reinaron durante los mil años de medioevo, y como la antítesis del mundo civilizado.
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